Al compás de los quelonios
se nos viene el tiempo encima
como boca de lamprea
dentro de sus gabinetes,
nuestros propios extranjeros
dan el último brochazo
a cada uno de sus lienzos
y se entregan al dilema:
¿emprender otro proyecto,
desarmar rompecabezas?
en tanto, nosotros,
al compás de Aquiles,
sentimos la válvula absorbente;
nos corresponde, entonces,
el silencio imperturbable, involuntario;
nos corresponde, entonces,
el aúllido mudo, voluntario;
nos corresponde, entonces,
contemplar a la Venus de Milo
cubrirse los senos con las manos.
(Carlos Arboleda. Quito, Ecuador. 1993.)
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