El empleado de la sección ALFOMBRAS espera durante dos horas algún cliente. No llega ninguno. El empleado sale a almorzar. Regresa. Dos horas más tarde llega un cliente: un faquir que busca una alfombra voladora. El empleado queda desconcertado, no sabe qué hacer. El faquir se va descontento. A la noche el empleado renuncia.
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Un niño de cuatro años tropieza en un repliegue de la alfombra y acaba de endeudarse de por vida al caer de bruces sobre toda la sección CRISTALERÍA.
(Carlos Arboleda López. Quito, Ecuador. 1996.)