martes, 15 de febrero de 2011

Matte kudasai, Ericeira, crepúsculo


Fachadas azules hilan un collar que rodea el mar

a lo lejos, un horizonte,

sutil límite entre la vida pasada y la de hoy,

a lo lejos, América, aunque no la vea,

otra frontera, los espacios;

del otro lado estás en un tiempo paralelo,

seis horas más temprano,

soy un almirante llevando este continente navío

a la deriva,

tirante,

atado cual Ulises a su mástil,

atado al canto de la saudade.

En Ericeira atardece,

se ve, voy llegando a ti.

me habrás olvidado ya.

yo solamente recojo piedritas de la playa,

mientras otra gente observa pinturas y artesanías

y a veces habla en portugués y otras en español,

mientras ya es hora de marcharse.

Hay que volver a Mafra,

hay que volver a Lisboa, a Évora,

a Badajoz, a Mérida, a Madrid,

a la vida papel cuadriculado,

a otros abrazos y besos

y otras cenas y paseos,

a otras burocracias,

es una lata andar indocumentado,

disimulando la paranoia,

acudiendo a un trabajo al que se debe uno agarrar etcétera

y a los cursos

y a los conciertos;

todos esperan algo de uno,

hacerlos olvidarse un poco

y reír cuando se puede.

luego las cañas,

la mesa y la cama compartidas

y un pensamiento

que se ha quedado en la playa portuguesa,

con la esperanza de llegar a nado

a otra costa,

a otro tiempo,

a otra piel.



(Carlos Arboleda López. Ericeira, Portugal. 2002.)

3 comentarios: