con sus diástoles y sus uñas crecidas
con colesterol, con coles
con sus jardines comprimidos
con su correspondencia inatendida
con su futuro silencio
con sus pasados sordos
con sus orejas puntiagudas
con sus trigos calcinados
con su alegría de funámbulo
con su vocación de trapecio
con su temor de silla coja
con su esperanza de viuda
con sus métricas jaurías
con enjauladas vecindades
aún me espera
aún le espero
y sin embargo se mueve
y sin empeño le estorbo.
(Carlos Arboleda López. Luxemburgo. 1998.)
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