martes, 3 de agosto de 2010

Hora de cerrar


y se fue toda la gente

me quedé casi demente 

y no pude controlar: 

me volvieron las estacas 

se encendieron las terrazas 

y una oscura tempestad


y la frescura se me va 

y las posturas se me van 

solo tu voz se aferra más 

y lo que más nos ofrecemos 

es lo que no queremos dar


ahora veo tu rostro anfibio 

de repente está tan tibio 

siempre supo su lugar 

sobre el ruido de tacones 

se perciben empujones 

los sudores de un volcán 


y la sangre se me hiela 

la sonrisa se tropieza 

con las ganas de fugar

hace tiempo que no acabo 

el café que está en mis manos 

y ya es hora de cerrar.



(Carlos Arboleda López. Quito, Ecuador. 1995.)




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