viernes, 20 de agosto de 2010

Teoría del regreso / 2


Y de repente, ciudad mía,

te resuelves en la suma desfasada

de postales más reales que ti misma,

uno se olvida que el tiempo como lluvia

te labra, marca arrugas, se evapora

te encontraré un día tan cambiada

y me hallarás tan extranjero

que nos amaremos desvencijada, intensamente

como se quieren sólo un par de pasajeros

en el vagón de un tren, de un metro,

con el ruido goteando como flecos

con el miedo lloviendo como fuego

y el silencio incubándose en los puños,

en las suelas y pulmones,

con la fugaz paciencia, la dulzura

de que se alimentan los fingidos llantos

y los no tan fingidos, también,

con reglamentarios diez segundos, antesala

del knockout de la última esperanza.

luego stop, aquí me bajo

y el abrazo despidiente y paliativo.


(Carlos Arboleda López. Luxemburgo. 1999.)

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