Confieso que todo lo que confieso
lo confieso por tortura
que si callo algunas cosas
es que habitan
más allá de la locura
soy culpable de escanciar
y de palpar
el sabor del desapego
ya perdí todos los trenes con sus rieles
ya no voy, tampoco llego
reconozco que rompí los ligamentos
las caretas, las posturas
que nos atan a las tristes, negras
redes
del terror y la amargura
ceremonias sin inicio me iniciaron
ya no afirmo, ya no niego
mis pellejos disecados, los postigos bien abiertos,
no es adiós, no es hasta luego.
(Carlos Arboleda López. Luxemburgo, Madrid. 1998 - 2004.)
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